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Ajedrez en el antiguo Egipto
Por Javier Vargas Pereira
El filósofo griego Platón (428-
347 a. C), en su diálogo, “Fedón”, atribuye la invención de juego de
ajedrez al dios egipcio Thot. Eso explicaría los tableros y piezas hallados
en varias tumbas faraónicas. Para los
antiguos egipcios, ciertos juegos de mesa que bien pudieron ser
antecedentes del juego ciencia que hoy conocemos, eran una bienaventuranza
prometida para la otra vida. El más conocido, llamado senet, consistía en sacar
las piezas del tablero, según ciertas reglas, avanzando
las propias y cambiando o bloqueando las del oponente.
Una nota publicada hace algunos años por el
periódico La Tercera, de Chile, en su edición de Internet, dice:
“Expertos en antropología encontraron pedazos de piedra que creen fueron
utilizados en un juego similar al ajedrez”. Y más adelante agrega: “expertos
egipcios y alemanes encontraron restos de un gran edificio en el sureño
distrito egipcio de Minya, que data del período ptolomeico, unos 300 años antes
de Cristo, según informó el Consejo Supremo Egipcio de Antigüedades. Se trata de un gran complejo de adobe con lugares
dedicados a actividades religiosas, sociales y recreativas, además de un
almacén, compuesto de salas abovedadas, graneros y cocinas. El lugar era la sede
principal de la región de los sacerdotes y sus familias, que se encargaban de
presidir y organizar los ritos funerarios de los animales y aves que
simbolizaban a la diosa "Gahuty". La dinastía de los Ptolomeos, que se inició el año 332 antes
de Cristo, finalizó el 31 de la era cristiana, con la derrota del Ejército de
la reina Cleopatra a manos de las legiones del Imperio Romano.” Es este uno
más de los muchos indicios que testimonian que en la antigüedad hubo
juegos de inteligencia que bien pudieron ser antecedentes del ajedrez actual.
En el libro “Historia general del ajedrez”,
de Julio Ganzó, se lee: “En el palacio de Ramsés III, en Tebas (1178 a de JC)
se ha encontrado un papiro con un dibujo satírico que representa la caricatura
del faraón jugando ante un tablero con piezas parecidas al ajedrez o, tal vez,
las damas”. Otras fuentes señalan que en Tebas existe una pintura que
representa a Psamético II (594 a de JC) jugando el mismo juego. Wilkinson, en
su obra “Manners and Customs of the Egyptians,” reproduce un dibujo de
dos desconocidos jugando al ajedrez (o damas) tomados de los monumentos de
Medinet Abou... “Incluso en el museo Británico existen diversas figuras de
porcelana pertenecientes Nekao I (670 a de JC) que bien pueden formar parte de
un juego similar al ajedrez, si bien una gran mayoría de autores coinciden en
que las distintas figuras no pertenecen a un solo juego, sino a otros
tantos diferentes.”
También en el libro “Ajedrez, 2000 años de
historia”, de Roswin Finkenzeller, Wilhelm Ziehr y Emil M.
Bührer, editorial Anaya, se lee: “En muchas tumbas egipcias se descubrieron
frescos con la representación de los faraones o de altas personalidades jugando
en tableros con piezas parecidas a las del ajedrez, como por ejemplo, en la
tumba de la reina Nefertari hacia el año 1200 a de JC. Incluso una figura
parecida a una torre, que se encuentra en el Museo Egipcio de Berlín, procede
con seguridad del tercer milenio. A menudo tales testimonios fueron valorados,
demasiado apresuradamente, como prueba de que los egipcios debían haber
descubierto el ajedrez. Investigaciones más precisas demuestran que las
representaciones solamente se referían a tableros que no corresponden
exactamente a la línea genealógica directa del ajedrez. Los egipcios conocían
tableros de treinta casillas y doce piezas, y algunos de los ciento cuarenta y
cuatro casillas y cuarenta y ocho piedrecillas para jugar. Las tablas eran
principalmente de formato oblongo y escaques de un solo color.”
Los antiguos egipcios creían en la vida de
ultratumba. Cuando alguien moría, oficiaban ritos y hacían arreglos favorables
para su ascenso al cielo, en los que incluían algunos objetos personales, entre
ellos, tableros y piezas parecidas al ajedrez. En el Libro
de los muertos, texto funerario de los antiguos egipcios,
utilizado en el llamado, Imperio
nuevo (año 1550 a. de C.), se lee: “al comparecer ante Osiris, rey de la
eternidad, señor de lo perdurable, soberano de los dioses y de los hombres, el
alma debe recitar la “confesión negativa”, que reza: “No he robado, no he
actuado con violencia, no he cometido adulterio, no he perpetrado actos de
hechicería… no he despreciado a la divinidad en mi corazón: ¡soy puro, soy
puro, soy puro!.” Si el peso del corazón es satisfactorio, el alma del difunto
va a los campos de Iora, una especie de cielo, “donde las espigas de cebada
alcanzan hasta siete codos de altura, y se sienta por las tardes a jugar
ajedrez en compañía de sus amigos. Pero si su corazón no alcanza el peso de la
justicia, es arrojado a la Devoradora, monstruo de hocico de cocodrilo, cuerpo
de hipopótamo y garras de león.”
Acaso por eso, en muchos textos antiguos
se afirma que el ajedrez es una
bienaventuranza prometida para la otra vida. Pero hay que portarse bien si se
desea acceder a los campos de Iora y jugar con los amigos, si no,
¡aguas! no sea la de malas y, por no llegar suficientemente puros a la
sepultura, seamos aventados a las garras de la Devoradora. Ahora
mueve usted.
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