|
El
error: detectarlo y solucionarlo
Por Javier Vargas Pereira
En la lucha ajedrecística abundan los errores, entendidos
como una anómala combinación de razonamientos, juicios o ideas; conceptos falsos
que contravienen la lógica y el buen criterio; tomar una cosa por otra. Su
origen suele ser una percepción deficiente, alguna imprecisión, cierta distracción
momentánea o un pensamiento equivocado. Desde el punto de vista cognoscitivo,
el error se diferencia de la ignorancia en que ésta es la carencia absoluta de
conocimiento; aquel, en cambio, una noción, vislumbre o juicio inadecuado.
Ante el tablero, la teoría dice que hay que detectar los
errores, corregirlos y aprender de ellos. Pocas actividades humanas requieren
tanta atención y cuidado como el juego ciencia. Es donde la reflexión debe
hacer de la verdad un resultado, aunque la posesión de lo correcto no es algo
estático, sino cambiante y relativo. Como en la vida real, lo que en el tablero
se tiene en algún momento por eficaz, después puede ser refutado por alguien
que piensa mejor y ve (mentalmente) más lejos o a más profundidad.
En el I Ching,
libro de las mutaciones, se lee: “Si quieres lograr tu meta sin errores, sé
cuidadoso en cómo empiezas.” Durante la partida, cada quien yerra a su modo, lo
que depende del grado de preparación, el método, el ingenio, la intuición y la experiencia
adquirida.
En filosofía, se considera error cualquier forma de
conocimiento que no traduzca con precisión la realidad, por lo que de su ámbito
de influencia hay que liberarse de inmediato. El pensador italiano Benedetto
Croce, en su libro, “Lógica, como ciencia
del concepto puro,” dice: “Del círculo infernal del error no hay salida
gradual, y no es posible salvarse de él sino entrando de una vez al círculo
celestial de la verdad, en el cual la mente goza como en su patria. El espíritu
errante, que rehúye la luz, debe convertirse en espíritu investigador y ansioso
de luz.”
La teoría recomienda tomar conciencia de lo erróneo, así
como de las propias carencia o limitaciones y trabajar para corregirlas. Lo
negativo hay que convertirlo en positivo; lo erróneo, en certero. Sólo así es
posible evitar reveses. El ex campeón mundial de ajedrez, Garry Kasparov, en su
libro, Cómo la vida imita al ajedrez,
plantea: “Si somos conscientes de lo negativo, de las peores posibilidades, de
las crisis potenciales, podremos trabajar para eliminar esos puntos débiles al
momento, y, al hacerlo, mejorará globalmente la calidad de nuestros actos. No
podemos esperar que sobrevenga el desastre para producir cambios. Nuestro lema
debe ser: Detectarlo y solucionarlo.” Y más adelante añade: “A nadie le gusta
revivir complicados reveses, pero a la larga entenderemos que analizarlos es
esencial. Descubrir los errores implícitos en nuestros éxitos es aún más
difícil. Nuestro ego desea creer que hemos vencido en forma brillante frente a
un duro oponente, no que hemos tenido suerte, ni que nuestro rival ha dejado
pasar una serie de oportunidades, ni que las cosas podrían haber resultado de
otro modo… Saber por qué ganamos es tan crucial como saber por qué perdemos; lo
contrario sería desperdiciar un valioso material de análisis.”
Pero la tragedia del pensamiento humano consiste en que
el acto de pensar suele ser engañoso, lo que lleva a cometer errores. El
entrenador de ajedrez, Mark Dvoretsky, en su libro, Secretos del entrenamiento en ajedrez, dice: “Está claro que
incluso los jugadores más fuertes no pueden disputar sus partidas sin cometer
errores (quizás las computadoras puedan hacerlo algún día). Sin embargo,
debemos sentirnos culpables por aquellos errores característicos que se
comenten en posiciones típicas, ya que existen medios para evitarlos.” Por su
parte, el maestro Richard Reti decía que había que desconfiar de las jugadas
naturales, puesto que en ellas es donde más gravitan las imprecisiones y los
errores. Las respuestas mecánicas, las afirmaciones categóricas, las decisiones
precipitadas son traicioneras. Como en la vida, en el juego ciencia no hay que
guiarse por dogmas, sino por valores y principios.
En rigor, los errores ajedrecísticos son parte del juego
e inherentes a la búsqueda de lo mejor. Es sabido que uno de sus principales
atractivos reside en la habilidad para detectar y aprovechar los errores del
adversario. Incluso, inducirlo a que se equivoque es un recurso que consiste en
realizar movimientos y maniobras complejas o dudosas, para que pierda tiempo,
se confunda o tome una idea por otra.
El político inglés Winston Churchill dijo: “El éxito no
es definitivo, ni el error es fatal: lo que cuenta es el coraje para seguir
adelante.” A lo que Garry Kasparov, agrega: “Ese coraje puede inspirarse en la
competencia o en un gran número de factores externos, pero, en último término,
debe emanar de nuestro interior.” Es más, el poeta alemán Gottfried Benn, dijo:
“Equivocarse y, sin embargo, continuar creyendo en su interior, esto es el hombre,
y más allá de la victoria o la derrota, su gloria.” Ahora mueve usted.
|
|