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Quiero decirles que
decidí escribir al respecto porque pronto será 8 de marzo, y no dudo que en las
redes sociales se desatará toda una
faramalla de felicitaciones hacia “las
hermosas mujeres que son pasión, dulzura y delicadeza”; -así, como si todas
fuéramos pasión, dulzura y delicadeza.- Y si agregamos que es muy posible que este
espacio no quedé exento de las bien intencionadas pero mal encauzadas felicitaciones.
Entonces quiero aprovechar la fecha para que toda esta locura pro-mujerista
esté nutrida por una reflexión que espero cuestione un poco la idea que tenemos
de las mujeres que juegan ajedrez.
El 8 de marzo, es
el Día Internacional de la Mujer, quiero aclarar que no es “el día de las
mujeres”. Es decir, no se celebra a la mujer por nacer mujer, sino conmemora y
visibiliza todas las luchas que han hecho las mujeres por la equidad, la
inclusión, la igualdad de derechos, el respeto y; sobre todo, todas las
diferentes formas de acción y organización que nos han hecho llevar a nosotras las
mujeres una vida más digna, íntegra y libre. Pero este pequeño artículo no
trata sobre los logros y conquistas de diversos movimientos de mujeres, ni
tampoco de todas las desventajas que aún imperan en la sociedad (que son
muchas). No, no me meteré en eso, hay otros espacios para ello. Esta es una
página de ajedrez, y los artículos de aquí
son sobre ajedrez. Entonces hablaré de equidad e inclusión de género en
el ajedrez, como una reflexión sin intención de atacar a nadie.
Hace poco escribí
un artículo que trataba de explicar que las diferencias de nivel de juego
existentes entre las mujeres y hombres, dentro del ajedrez, son sociales y
culturales y no biológicas. Sin embargo, al revisar en internet diversas
opiniones referentes al tema me encontré que existe una gran ignorancia al
respecto. Algunas personas afirman que el ajedrez es de los únicos campos
deportivos en los que no existe ninguna desventaja entre hombres y mujeres, que
por el contrario, es un juego bastante equitativo. “Si hasta tenemos torneos femeniles”. Que todo
es muy igual, y nunca se le niega la entrada a una mujer a jugar. Incluso hay
quien se aventura a pensar que ya es manía eso de hacer una categoría femenil. Impresiones
como ésta se repiten y repiten. En una especie de explicación asumida,
considero que pocas personas se han dado cuenta de la dimensión que tienen
estas opiniones. Por ejemplo la siguiente opinión que encontré en un blog:
“¿Pero alguien puede explicarme por qué demonios
hay una federación femenina de ajedrez?, ¿qué clase de músculo se supone que se
utiliza en ese deporte que las mujeres no tengan igual de desarrollado que los
hombres? Se necesita temple, resistencia mental, precisión, buena memoria,
inteligencia y creatividad. ¿Cuál de esas cualidades se supone o se
sobreentiende que les falta a las mujeres?”
Me parece que la
confusión recae en que las personas confunden la igualdad de condiciones que
puede aparentar un juego con la equidad que representa este juego. Hay una
imagen que ilustra bien la situación:
En la imagen vemos
que quienes aparecen en ella tienen la misma igualdad respecto a recursos para
poder observar; pero también vemos que las diferencias existentes entre estas
personas no permiten aprovechar los mismos recursos. La cuestión es que cuando
se juega ajedrez no son dos personas jugando que permanecen ajenas a un
contexto social, por el contrario, son dos personas que pertenecen a una
cultura, a un sistema y a una organización que en muchos sentidos condiciona a
quienes juegan. Así pues pensemos que el ajedrez son los bancos, pero el
contexto social y cultural es la altura de las personas que intentan mirar.
Pues aunque los bancos sean iguales y parecería ser que les pueden brindar a las personas que
miran tienen la misma oportunidad, sabemos que es una injusticia en repartición, porque hay quien ya tiene la ventaja de alcanzar a observar y darle
un banco está por demás. En un foro encontré la siguiente afirmación:
“Dado que es un deporte de pensar, un duro test de
inteligencia, me pregunto: si las mujeres son tan inteligentes como dicen, de
modo que algunas se consideran incluso superiores intelectualmente a los
hombres, ¿cómo es que son tan negadas para este deporte? ¿No tienen cualidades
ni capacidad para entenderlo? ¿Van a decirnos también como en otros campos que
no destacan porque han estado muchos años oprimidas por el hombre? No sé, que
conste que no afirmo nada, simplemente lanzo estas preguntas al aire por si a
alguien se le ocurre la respuesta.”
Aunque no afirma
nada sus preguntas son muy intencionadas a una burla. Mi contestación a su última
pregunta es: sí, pero no tan así. No es culpa de los hombres por ser hombres –y
apuesto que varios hombres que leen esto, no se sienten opresores de las
mujeres-, es culpa de un sistema que ha creado desigualdad basada en la
construcción de dos géneros y le ha dado supremacía a uno sobre otro. Tanto así que es bien sabido que hasta hace
unos cien años las mujeres no eran consideradas ciudadanas, por ejemplo, o que
no podían competir en ciertos deportes olímpicos, o que no tenían las mismas
oportunidades de educación que los hombres –ah, caray, esto último sigue
sucediendo-. Entonces históricamente hay una desventaja, que influye en todos
los aspectos de la vida pública a los que las mujeres se han incorporado. Pero
la cuestión va más allá de una desventaja histórica.
Voy a incluir otro
punto. El diario ABC publicó: “Varias grandes maestras y algunos expertos
conversaron con ABC sobre las causas por las que las mujeres no terminan de
alcanzar a los hombres en un terreno de juego «asexuado».” Aunque el juego sea
asexuado, aunque el ajedrez no tenga implicaciones de géneros, la mayor parte
del mundo está organizada en dos géneros. Esto es, gran parte de la
organización social, económica y cultural todavía está sumamente enraizada en
la división entre hombres y mujeres –hay sociedades que incluyen otros géneros,
pero en el caso del ajedrez y de quienes jugamos ajedrez estamos inmiscuidos en
esta lógica.- Y aunque en el juego eso no importa, en la sociedad ya verán
ustedes la diferencia que hay entre tener que amamantar a un bebé, cuidar a tus
hijas o hijos, atender diversos aspectos que por ser mujeres se nos atribuyen; y entre quienes pueden dedicarse por completo al ajedrez como profesión. A esto
habría que añadir todo lo que he puesto en el tema sobre “Las mujeres y el
ajedrez”, en cómo se enseña a los hombres desde pequeños a construir cierto
tipos de gustos y a las mujeres otros. Añadamos también la cuestión que
mencioné en el mismo artículo sobre la tendencia de fomentar el juego
ajedrecístico más a un niño que a una niña.
Pasemos a otra
explicación que se olvida de la desigualdad originada a partir de un sistema
social. “La teoría de la testosterona” es una teoría que trata de enfocarse en
causas biológicas, y hablar de las diferencias de género a través de
explicaciones naturales borrando el plano de las condiciones sociales y
culturales. Ya también hablé del tema. Sólo quería reiterar que dar
explicaciones naturalistas y biológicas invisibiliza
la situación y el contexto en el que vivimos varias mujeres. Si explicamos a
través de razonamientos biológicos, probablemente el panorama no cambie, pues
nadie se preocupa por cambiar una situación que está ya dada por la naturaleza.
Me parece que antes
de apresurarse a contestar y a explicar sobre las diferencias que hay en el
juego de hombres y mujeres hay que pensar un poquito sobre las diferencias
sociales que crean desigualdad entre géneros y que repercuten en todos los
ámbitos de la vida cotidiana. Sin duda, el ajedrez no es el culpable, pero sí
lo somos en cierta medida todas las personas que no hacemos nada por cambiar la
situación en la que vivimos. Y peor aún quienes a partir de su ignorancia se
burlan despectivamente de todas las campañas que han buscado crear cierta
equidad entre los géneros. Entonces, en
vez de flores, chocolates o alabanzas a la belleza de las jugadoras. Pensemos
en abrir camino a que esta situación cambie.
[Pulsa aquí para ver el artículo que cito, y que Ciudad Ajedrez publicó]
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