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Ajedrez, asesinos y detectives
Enviado en: 22-07-2013

Jake Pepper y Robert Hawley Quinn se reúnen para jugar ajedrez. Jake es un detective que busca al culpable de varios asesinatos; Quinn es el posible asesino. Se trata de una breve novela de Truman Capote, traducida al español como Ataúdes tallados a mano. ¿Por qué un detective y un sospechoso juegan ajedrez? ¿Por qué no otro juego? Las partidas entre ambos son el símbolo de una auténtica pelea; cada uno pretende, a toda costa, dominar el tablero. La trama es similar a un intenso juego de ajedrez. Las negras luchan por protegerse y al mismo tiempo saben atacar; las blancas juegan en un espacio difuso, el detective no logra un buen desarrollo, su apertura no fue la mejor.

Los episodios de la vida cotidiana pueden ser comparados con una gran variedad de juegos; éstos sirven de fuente para recoger expresiones adaptables a nuestras vivencias. Es común escuchar frases como: “sacaré mi última carta” o “tengo un as bajo la manga”. Sin embargo, el ajedrez no embona tan fácilmente en el discurso cotidiano. La razón es sencilla: es un juego que exige mayor voluntad de aprendizaje, más constancia y una persistencia que tiende a ser obsesión. Acaso el esfuerzo mental es más grande que en otros juegos, de modo que resulta más difícil trasladar conceptos del ajedrez a la vida cotidiana. A pesar de ello, existen momentos cuya planeación y ejecución requieren de una habilidad ajedrecística. Son situaciones cruciales, definitorias, delicadas, no comunes. Cuando los ajedrecistas se enfrentan a una grave complicación en su mundo real, la resuelven con ese mismo rigor con el que resuelven un mate en tres jugadas.



La literatura recoge anécdotas que, por medio de un lenguaje excepcional, se tornan excepcionales. Jake está convencido de que el homicida es Quinn, pero no cuenta con los suficientes motivos para acusarlo. Ellos son dos veces contrincantes, el ajedrez va más allá de las casillas y las piezas: es un juego que se percibe en cada uno de sus actos, decisiones y emboscadas. El individuo siniestro planea un asesinato como quien planea la captura de una pieza. Se vale de celadas, sacrificios, paciencia e ingenio; tal vez confíe que su nivel es mejor al de su adversario. Aunque las jugadas no permitieran alcanzar su objetivo, habrá de intentarlo una y otra vez.


En alguna parte de la novela, el detective Jake Pepper conversa con otro personaje quien se muestra atónito ante un homicidio. Al parecer, Quinn elaboró un plan que fue pura matemática. “Con tantos preparativos, podía salir mal”, concluye ese personaje. A lo que Jake responde: “¿Y qué? ¿Qué importancia tiene el fracaso? Lo habría intentado de nuevo. E insistido hasta conseguirlo.” Robert Hawley Quinn es un jugador que pone gran cuidado en no mostrar sus astucias; sabe que el buen ajedrecista perfecciona su arte por medio de la insistencia, pues la insistencia es otra forma de la disciplina, por lo menos en el ajedrez.

Jake también posee una inteligencia ajedrecística. Planea la captura del asesino como quien planea un jaque mate. Este objetivo lo desespera, no puede con él. Su estrategia, si es que la tiene, es débil. Quiere comprobar que Quinn es el asesino, pero ni siquiera consigue ponerlo en jaque. No puede ganar posición en la historia, su investigación es pobre. Así como hay casos donde hace falta un caballo para lograr un mate, al detective le faltan pruebas para culpar a su enemigo. Quizá se enfrenta a un ajedrecista superior.

Es claro que las partidas entre Quinn y Jake son apenas un símbolo del conflicto de la novela. Truman Capote, para construir esta historia, situó a dos personajes en un mismo punto a fin de que interactuaran; pero, ¿cómo hacerlos convivir si son contrarios? El ajedrez fue la respuesta, y no sólo eso: el planteamiento de la narración se refuerza cuando observamos que los personajes contienden también en un tablero. Hay historias que se parecen a una partida de ajedrez. Hay partidas que parecieran una historia. El aficionado ajedrecista, que guste de reproducir y analizar grandes jugadas, seguramente encontrará un placer semejante al acercarse a esta novela.


[Artículo escrito por: Luis Flores Romero. Twitter: @lufloro]


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