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Lufloro87

Luis Flores

Coyoacán México

Visitas: 71        Comentarios:
2013-06-18 18:02:51
 
El ajedrecista y el escritor
 

La paciencia del escritor es semejante a la del ajedrecista. Ambos se rigen por una doble fuerza: la que ellos suponen controlar y la que influye en ellos. El ajedrecista actúa según los movimientos del contrincante; el progreso de la partida no sólo depende de él. Así le ocurre al escritor ante una página en blanco: el desarrollo del texto no se limita a la libertad de elección de recursos, sino a los mecanismos que el propio texto produce mientras se va escribiendo. Las veintisiete letras del alfabeto y las treinta y dos piezas del ajedrez son capaces de producir un número vastísimo de combinaciones.



Jorge Luis Borges, en su cuento “La Biblioteca de Babel”, elabora una alegoría del universo “que otros llaman la Biblioteca”. Ésta se compone de galerías hexagonales, cuatro de los muros de cada galería contiene cinco largos anaqueles: cada anaquel, treinta y dos libros; “cada libro es de cuatrocientas diez páginas; cada página, de cuarenta renglones, cada renglón, de unas ochenta letras de color negro”; el número de símbolos ortográficos es veinticinco: veintidós letras, la coma, el punto y el espacio. Todas las combinaciones de estos veinticinco signos se localizan en alguno de esos anaqueles. La cantidad de libros es indefinida, pero no inagotable. Cualquier idea que se pueda transmitir por medio de lenguaje (y, por lo tanto, mediante la escritura), la reproduce esa gran Biblioteca. Todo lo dicho, lo no dicho, lo escrito y lo que aún está por escribirse lo guarda algún hexágono del universo.

Lo mismo ocurre en el ajedrez: es indefinido el número de partidas, pero todas pueden ser realizables, de alguna manera ya existen. Ambas cantidades, la de partidas y la de libros, son matemáticamente calculables (sin duda, en algún volumen de la inmensa Biblioteca está la cantidad exacta). Sin embargo, para nosotros no debería tener importancia conocer la cifra, pues la humanidad completa no podría jugar el número de variaciones del ajedrez ni terminar todos los libros. Para nosotros esta suma es infinita porque no habremos de agotarla. No puede ser de otro modo, el universo borgiano es tan preciso como un tablero de ajedrez; una geometría conformada por sesenta y cuatro casillas y otra por hexágonos son la base para una cuantiosa suma de posibilidades combinatorias. El bibliotecario del universo descubre los libros como los ajedrecistas las jugadas; los más lamentables errores o una partida magistral no son más que posibilidades realizadas en un momento dado; los libros inentendibles o prodigiosos también son posibilidades existentes en la Biblioteca. Borges, en una conferencia, declaró:


Cuando yo percibo algo, tengo la sensación de que ese algo preexiste. Parto de un concepto general; sé más o menos el principio y el fin, y luego voy descubriendo las partes intermedias; pero no tengo la sensación de inventarlas, no tengo la sensación de que dependan de mi arbitrio; las cosas son así. Son así, pero están escondidas y mi deber de poeta es encontrarlas.


El deber del ajedrecista es encontrar una partida más entre tantas otras, el jugador y su contrincante vislumbran poco a poco lo que sigue, las piezas no contienden con su albedrío, sino con el designio de un ser que las controla; pero el jugador no inventa su juego, lo descubre. El autor argentino en sus dos memorables sonetos menciona lo anterior; el segundo de ellos termina así: “Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. / ¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza / de polvo y tiempo y sueños y agonías?”, esta sentencia se extiende a la escritura: los personajes de un cuento, por ejemplo, tampoco tienen libertad, son gobernados por la pluma del escritor, quien, en el caso de Borges, no tiene la sensación de que dependa de su arbitrio lo que va escribiendo.



Escribir y jugar ajedrez son ejercicios que se emparentan en muchos aspectos. Decidir cuál es la siguiente pieza que vamos a mover en el tablero a veces es tan angustiante como elegir la siguiente oración que escribiremos en la página. Hay momentos en que deseamos abandonar el juego, Borges lo dice en un haikú: “Desde aquel día / no he movido las piezas / en el tablero”, y no faltarán los jugadores que, vencidos por la impaciencia, dejen a la mitad de una batalla a sus personajes.


[Artículo escrito por: Luis Flores Romero]



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Acia_Asociacion
El artículo es de una gran calidad narrativa, sólo una cosa amigo(a) cuando publique algo que usted no haya escrito notifique la fuente de donde lo extrajo y de ser posible el nombre del autor, es de elemental educación y sobre todo respeto darle los créditos correspondientes a la "cabecita" de la que salió este artículo, O.K. ?  
 
IntiFlores
Sr o Sra. Acia_asociacion, en realidad es una falta de respeto que quiera insinuar que el autor de este artículo no es quien lo escribió, sólo porque no conoce las obras que ha escrito este autor y no sabe de los estudios y capacidad profesional como escritor. Creo que no debería hacer un señalamiento de este tipo por el contrario debiéramos alentar a los pocos usuarios que se atreven a escribir un artículo, sin importar país, edad o calid  
 
Korchaguin
He leído a Luis Flores Romero, tiene una gran calidad narrativa, por algo ha obtenido varios premios, hace poco leí uno de sus libros “Gris urbano”, fue un deleite cada página.