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Simio_pensante

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es un juego en que la dama suerte, no ha sido invitada.

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Simio_pensante

Adán Calles

Ecatepec México

Visitas: 70        Comentarios:
2015-06-03 14:12:42
 
 De Democracia y Electores (crónica)
 
 
 

1.   Por: Adán C. 

Una agradable sorpresa

El timbre rompió el silencio, el metal de la puerta cede ante mis manos, un sujeto de mediana altura enfundado en negros pantalones y chaleco caqui se presenta con gesto serio y me hace saber que seré funcionario de casilla, curioso preguntó, escucho la explicación en tanto sus manos se deslizan diestramente sobre un cuadernillo al que le da vuelta conforme avanza, despierta mi interés y cuestiono cada vez más, al final me entrega el material que me ha sido mostrado y se me pide le de cuidadosa lectura; Mi curiosidad ha sido satisfecha.

 En apresurada salida veo el rostro del capacitador electoral, hace unos días de su última visita, reconozco esa faz que parece tallada en madera, sin vida, sin articulaciones propias de un rostro vivo, aparece en él una mueca que intenta ser sonrisa, de inmediato adopta la sequedad que le caracteriza, utiliza un segundo cuadernillo por si me quedara alguna duda como lo hizo la primera ocasión, me entrega mi nombramiento oficial y al despedirse me sugiere lo enmarque si lo deseo, me parece extraño pero sonrió al pensar en esa posibilidad.

II. De democracia y otras cosas.

Mañana mexicana, mañana de Julio, veraniega, húmeda y fría. Alba que encuentra a un pueblo ya despierto por los medios de comunicación, que en su papel de  actuales heraldos cumplieran su objetivo a lo largo de noventas días con sus noches.

La aurora agudiza mis sentidos, haciéndome sentir su helada mano, arañando mi nariz; Domingo de ajetreo, extraño y ajeno a otros domingos de descanso y asueto, que dio inicio cuando las penumbras aun mantenían su dominio sobre las bastas e interminables calles, alumbradas por la débil luz de unas cuantas luminarias cansadas de vivir, sofocadas, exhaustas y próximas a fallecer de aburrimiento; Camino, enfilo mis pasos en dirección del lugar previamente acordado para la cita, miro a lo lejos movimiento de personas que han llegado antes que yo, acelero mi paso intuyendo que llegare tarde, mi paso se vuelve más firme, más pausado conforme me acerco, mi caminar se torna cada vez más orgulloso, arrogante…Partiendo  plaza, pienso que todas las miradas convergen en mi, como si fuera posible que todos supieran el  cargo que ostentoso presumía. Adrian Díaz, el orgulloso funcionario de casilla.

Miro, observo y escudriño a todo aquel que se cruza en mi camino, tratando de imaginar que harán ahí a lo largo del día, en mi mente invento el cargo que tendrán de acuerdo a sus facciones (no adivino ninguno), busco una cara familiar, algún conocido;  Me distrae un letrero con la leyenda: “Colegio Fray Junípero Serra” ,  doy por hecho que la escuelita de medianas dimensiones en la que nos encontrábamos y que se prestaba a ser muda testigo del proceso democrático, vivía en su interior el extraño movimiento dominical de seres humanos diferentes a los estudiantes que acostumbraba a recibir a lo largo de la semana, este instituto, que en las entrañas llevaba a un puñado de individuos. Pienso, debía subsistir gracias a la eficacia del profesorado que atraería  la atención de nuevos alumnos año con año, dispuestos a pagar sus sueldos con sus cuotas mensuales; Sonrió al encontrar con la mirada al capacitador electoral y hago un movimiento con la cabeza a guisa de saludo, me acerco para escuchar su pregunta, quería saber si ya se encontraba  ahí el presidente de nuestra casilla a lo que respondo negativamente, lo sigo hasta arriba de un minibús preparado con antelación específicamente para transportar a aquellos que entregarían documentos al final de la jornada. Dentro del autobús, me da indicaciones, me entrega papeles que utilizare en mi cargo como primer escrutador en la casilla contigua numero uno; Primero de mes, de calles largas y acuosas por la tenaz lluvia de la noche anterior, liquido diáfano, cristalino, encharcado, liquido que se evaporaba lentamente ayudado por los primeros rayos matutinos. Buscamos  nuestros enseres, para iniciar con la actividad, los ahí reunidos… También buscamos conservar el recuerdo de lo que estamos por hacer, buscamos arañar las luces de la inmortalidad, buscamos aun sin saberlo, ser testigos de la historia.

Las mesas plegables de madera con marcos de brillante metal, pintadas en amarillo se extienden y ocupan su lugar en el patio del colegio, blanquísimas mamparas de cartón son armadas una a una, colocándose sobre bases de delgado metal y cubiertas por cortinillas plásticas que no permitían la morbosa mirada de nadie; Mamparas  café claro, carteles informativos con el número y tipo de casilla se exhiben  en las paredes interiores, tijeras, plumas y plumones, cinta adhesiva transparente, calculadora, lápices y crayones con aroma a nuevo se colocan sobre los tablones abiertos. Una palanca acerada yace inerte sobre una base férrea con la cual formaba un sencillo sistema para colocar marcas con el número doce sobre las credenciales que nos entregaran, tinta indeleble, sello, boletas electorales que son contadas por la secretaria que ha llegado poco después de que se presentara nuestro líder de casilla. Observo a integrantes de una mesa directiva con la disposición a flor de piel,  el color en los labios y la esperanza en la mirada. En tanto la fila en las afueras va acrecentando a cada momento remplazando a las risas y los juegos escolares. Estamos listos, las urnas armadas y colocadas sobre las zetas acartonadas que sirven para darle altura a las cajas de cuatro paredes transparentes, ayudo a un compañero de la mesa vecina a armar sus urnas intentando ser útil, mientras nuestro presidente de casilla recibe los oficios de cada representante de partido: Los mira, los lee, los coteja con sus credenciales y los guarda, para que poco después venga el último en entregar el documento oficial a pedirlo de vuelta pues se a dado cuenta de que le corresponde otra mesa de las cuatro existentes en ese lugar, aunque ciertamente su nombre se refleja en el papel; Lo vuelven a leer, lo revisan, confirman donde le corresponde,  lo resuelven con eficacia y cierto nerviosismo, ansiosos de hacerlo todo bien y lo hacen. Luis, presidente de la contigua uno, a la cual pertenecemos, con su tez blanca y fácil sonrisa, me pide que salga y pregunte si alguien de la fila desea participar en el proceso, a razón de que el segundo escrutador no ha llegado y concluimos que no llegará. Tampoco hay suplentes.

Evadiendo a los que se encuentran en el pasillo que se ha reducido drásticamente por las mesas y la gente en un ir y venir que parece no tener fin, repto y cruzo el umbral del portón blanco que da afuera, portando la nívea casaca con filos morados que ya me he colocado por indicación del capacitador, donde se lee claramente “primer escrutador” en letras violetas; Los votantes ya formados por minutos y al calor de la impaciencia me inquieren acerca de la tardanza para iniciar, hago una pausa, a la postre, sin miramientos les explico en voz alta la falta de un escrutador y les lanzo la pregunta – alguno de los presentes quiere o desea participar—obtengo como respuesta el silencio de todos, nadie se anima a participar, saben que implica tiempo y la perdida de su descanso o el cambio de sus planes, nadie se ofrece pero tampoco nadie reclama, me siento ligeramente decepcionado por la falta de disposición de aquellos que momentos antes reclamaban con encono, pero satisfecho de que los reclamos se hayan apagado (parece, que a la mayoría, le es más fácil, gritar desde las gradas), doy media vuelta y camino lento en tanto pienso en otras alternativas para solucionar la situación, dos pasos después una voz femenina me saca de mis pensamientos para hacerme saber que ella participará, se lo agradezco y le pido me acompañe mirando con el rabillo del ojo si alguien más se acerca, pero no es así. Se las presento a mis compañeros, la saludan y someramente le damos algunas indicaciones sobre las funciones que va a desarrollar buscando tenga confianza en preguntar si algo no le queda claro; consulto con los tres dirigiendo la pregunta a Luis y mirando de reojo a las dos mujeres, quiero saber si ya podemos comenzar y obtengo un si por respuesta; nuestra vecina de mesa con cargo de presidenta  discute acaloradamente con los representantes de partidos acerca de cual es el lugar que deben ocupar en el transcurso de la votación.

Dos mil doce; año cabalístico marcado por los mayas para el fin del mundo, año en curso, año de toma de decisiones para un país que sabe de respeto, de acato a la voluntad de un pueblo en orden y paz, país que asesora a Afganistán en el fortalecimiento de su democracia. Estado de Mexiquenses, enterados y conocedores del curso que debe tomar su municipio, Mexiquenses, que uno a uno tomaban su lugar en la fila que ahora fluía con mayor celeridad pues ya las cuatro mesas de voluntarios ciudadanos se encontraba trabajando  en armónico conjunto; Representantes de cada partido político; Azores, atentos vigías de cada movimiento no deseaban perder un solo detalle de lo que sucedía en su entorno, Ellos, solicitan con cada persona que pasa y entrega su credencial,  se les de el número que aparece arriba de su registro en la lista nominal, lo apuntan y no dicen más, taciturnos y reflexivos llevan su propio control en hojas dadas por el partido que representan.

Charla amena, desayunito discreto, (cortesía de nuestro amigable presidente), lazos de amistad que pueden crecer; La distintiva credencial de cada uno de los electores es cotejada con la lista nominal de grises matices, la mirada sobre el portador de la misma observando el parecido, entrega de boletas, credencial a resguardo… Sellado con la palabra “Voto” dentro de un cuadro vació que aparece en la lista, la fuerza aplicada en la palanca metálica deja la muesca con el número doce sobre el pálido gris del documento oficial expedido por el Instituto Federal Electoral, documento de candados impenetrables; Urnas cada minuto más llenas, el pulgar entintado y la sonrisa en los labios que solo disfrutan aquellos que saben del deber cumplido.

Con la baja afluencia de votantes, se da la oportunidad de aprovechar el momento y realizar mi voto, cubro los mismos requisitos que cualquier otro, primero formándome y después entregando mí credencial, recibo mis boletas para ejercer el derecho que como ciudadano me corresponde; De elegir, de decidir en la intimidad de aquellas murallas inexpugnables, al interior de aquella bóveda acartonada, lejos de las mórbidas miradas, en total y vasta libertad; El crayón toma altura para caer pesado y firme sobre el delgado papel, pero se desliza ágil, indetenible, furtivo; Crayón que ahora posa dormido, quieto, sin color, espera esperanzado en que alguien más le tome y decida sin temor, mientras aquellas a quienes les robó su inmaculada blancura, aquellas que sintieron su poder, esas boletas que utilice, caen lentamente en la urna que les corresponde.

La puerta del colegio ha sido cerrada, son las seis de una tarde acompañada de lluvia que incomodo a la mayoría, la tarde se va acompañada del último votante, lo que da paso al conteo, hora de la verdad, de saber el deseo humano y consciente, cifrado en la urnas; Las boletas son vaciadas sobre la enorme  mesa, los representantes de los partidos son advertidos sobre el no tocar las boletas aunque ellos ya lo saben, toman su lugar para observar… solo observar, aunque alguno tuviese el pensamiento de manipular las cosas a su antojo, resultaría utópico teniendo la mirada de los otros sobre de El; Azores.

Levanto la primera hoja de papel y la extiendo ante la vista de los demás al tiempo que la veo y digo en voz alta el nombre del partido que ha sido tachado con cera negra, se van cifrando una a una según el color del partido, la ansiedad de algunos se hace presente conforme se eleva la altura de la pila que contiene su favorito, al tiempo que en los ojos de los otros se observa el desencanto, hasta que la pila de su preferido también comienza a tomar altura, prácticamente salen la misma cantidad de los partidos más fuertes antes de terminar la apertura de todas y cada una de las boletas, Esto genera que mi corazón lata con más fuerza, el nerviosismo hace presa de mi y sin desearlo me involucro emocionalmente, trato de mantener una postura profesional como la del capacitador cuyo nombre no recuerdo (no lo consigo) y continuo con el separado de boletas para contarlas posteriormente, todo ha sido dicho… el conteo ha finalizado, las cifras están dadas, creando sonrisas en unos y decepción en otros, pero ninguno de nosotros podría jamás reclamar algo… Vecinos y amigos estuvimos ahí.

La luz agonizaba, lanzando su último resplandor se extinguía acompañada de nuestros cargos en tanto los comprobantes se guardaban en sendos sobres amarillos con rotulados hechos por la secretaria de nombre Yamili (poco común), intento ser de utilidad, por lo que ofrezco mi ayuda, me dan indicaciones sobre lo que falta por hacer, ella y el presidente aun tienen trabajo por delante, deben entregar los paquetes electorales donde corresponde, Yamili pregunta si alguno de los escrutadores deseamos acompañarla a la entrega, guardo silencio como si no la hubiese escuchado en tanto en mi crece el deseo de llegar a mi casa y guardar reposo (ha sido un día largo).

Camino hacía la puerta que es custodiada por los funcionarios de las otras mesas que se hayan más cercanas a la salida y que aun no han terminado de elaborar sus listados, me preguntan si volveré a entrar a lo cual contesto que no, llevo en mis manos el cartel con los datos resultantes de la elección apuntados sobre el blanco papel con la intención de adherirlo en el muro exterior para dar a conocer los números a la gente que espera pacientemente en las inmediaciones de la escuela; Tan pronto coloco el cartel sobre el muro la gente se arremolina a mis espaldas con la intención de ver quien gano, escucho con atención la variedad de comentarios de satisfacción pero también aquellos que suenan con decepción al mirar lo que refleja aquel callado papel.

 salgo de aquel cumulo de emociones, discreto comienzo a alejarme, taciturno, con los pies ligeramente adoloridos pero el corazón henchido de certeza al saber que sin importar los resultados; Este, mí país, mí estado, mí gente, sin palabras de por medio, en completo y absoluto silencio   … Ya había hablado.

En cada voto, semillas depositadas en suelo fértil que permiten el florecimiento de una creciente democracia en una nación que desde siempre ha sabido convivir con esta.

Mientras leo a Carlos Fuentes, miro con el rabillo del ojo mi constancia de participación dentro de un marco de madera que cuelga apaciblemente sobre una pared en mi recamara, regreso mi atención a mi lectura y sonrió para mi coleto satisfecho de sentirme útil y parafraseo internamente al presidente de la Republica ““En la democracia no hay victorias eternas ni derrotas para siempre.””




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