Juan José Arreola, un escritor que le dedicó más tiempo al
ajedrez que a la literatura.
(Entrevista realizada en octubre de 1997)
Por Javier Vargas
Reconoce que no le ha dedicado a la literatura ni la milésima
parte del tiempo que le ha dedicado al ajedrez. Lo juega
todos los días. Poesía y ajedrez son imposibles para el
hombre, están más allá de su alcance, dice, y no le han
interesado en la vida las cosas que le son posibles, sino
las que nunca podrá hacer. Escritores como Shakespeare o Dostoievsky,
agrega, se han acercado a lo imposible, pero siempre se han quedado
en el umbral. Lamenta que México sea un país predilecto para no jugadores
de ajedrez, aquí, dice, preferimos jugar volados, cartas poker,
lotería, todo lo que sea juegos de azar, pero no juegos de responsabilidad
personal como el ajedrez. Acepta que cayó en la ilusión de
la literatura pero no cayó nunca en la ilusión del ajedrez.
Juan José Arreola, de Zapotlán el Grande, Jalisco, "un
pueblo", ha dicho, "que de tan grande nos lo
hicieron Ciudad Guzmán hace cien años... Nací el año
de 1918, en el estrago de la gripa española, el día de
San Mateo Evangelista y Santa Ifigenia Virgen, entre pollos, puercos, chivos,
guajolotes, vacas, burros y caballos. Di los primeros pasos seguido
por un borrego negro que se salió del corral. Tal es el antecedente
de la angustia duradera que da color a mi vida". Es autor de "Confabulario",
"Bestiario", "Palindroma", "La feria", "Varia
invención", "La hora de todos". Ha sido
maestro de literatura, editor, promotor cultural y
ajedrecista. Ha escrito ensayos como, "Lara imaginario",
"La manipulación del espíritu", "Miguel de Montaigne.
Reconocido como uno de los escritores más destacados de habla
hispana, ha declarado: "No he tenido tiempo de
ejercer la literatura. Pero he dedicado todas las horas
posibles para amarla. Amo el lenguaje y venero a los que,
mediante la palabra, han manifestado el espíritu, desde Isaías
a Franz Kafka" . ("Varia invención", SEP, 1985)
En esta entrevista, concedida en octubre del año pasado,
"sólo porque se trata de ajedrez", acepta que
la gran pasión de su vida ha sido el juego ciencia. Al
hablar sobre el tema resalta un superior sentido de la vida,
una suerte de magestuosidad espiritual que, mediante la palabra, se
convierte en arte.
¿Cómo fue su encuentro con el ajedrez?
Primero debo decirle que el ajedrez llegó tarde para mí. Y
lo he dicho, siendo mi padre un modelo de hombre, no
entiendo por qué no nos enseñó a mi hermano y a mí,
puesto que él lo jugaba. Entonces, imagínese usted, qué
cosa más rara, utilizábamos, mi hermano y yo, un ajedrez hecho por mi
padre para jugar a los soldaditos.
Empezó la vida, pasé muchas experiencias y hasta el año
1941, cuando regreso de México de una aventura de éxitos
y fracasos, llego a Zapotlán a los 22 años. Me ofrecen
que venga a dar unas pláticas y lecturas de poemas.
Entre ellos leí, naturalmente, a Pablo Neruda, que era una de mis
primicias, ya desde el arte de decir versos. Allí me encuentro con una
amigo de mi padre. Quiero decir su nombre porque es alguien a quien quiero
mucho: Luis Preciado, papá de una muchacha, jovencita entonces, que
me atraía mucho, Judith Preciado. Luis Preciado me invita a jugar ajedrez.
Dije: No sé jugarlo. Yo te enseño, responde. Pero alguien que empieza
a jugar a los 22 años está perdido. Yo tengo más de 50 años de jugarlo
y reconozco que lo que me falla es no haberlo jugado desde niño.
Iba yo a ver a la muchacha pero el padre ocupaba la escena por
completo. Puso sobre la mesa las piezas y el tablero y desde entonces
todas las noches era jugar ajedrez. Y allí viene una experiencia
muy importante, no nada más en mi vida, sino en la de mi pueblo
y la de México. Hubo una serie de temblores de tierra, de terremotos.
Mi maestro y amigo me ganaba todas las partidas con los mates
más elementales. Me llegó a dar el del pastor y el del loco y cuando
llegó al de Legal aquello era ya una maravilla.
Pero luego vino ese terremoto y empezaron las cosas a
distanciarse.
¿Por qué?
Porque empecé a ganarle al padre de mi novia. Y de la novia
también hubo separación porque ella encontró, ya en
México, una persona que ocupó un lugar importante en su
vida.
Desde entonces yo me di cuenta que en el ajedrez había un
misterio muy grave. Descubrí intuitivamente algo que sigo
sosteniendo ahora y que está en su pregunta, el misterio
del ajedrez y el por qué de esa pasión.
A mi no me han importado en la vida las cosas que puedo hacer,
me han importado las que nunca podré hacer. Ya estoy en
vísperas de mi muerte y me doy cuenta de que tuve razón.
Caí en la ilusión de la literatura pero no caí nunca en
la ilusión del ajedrez, aunque yo llegara a jugarlo relativamente
bien y a pesar de que ha sido el pasatiempo de mi vida, más
que la literatura, incluso. Yo no he dedicado a la literatura ni la milésima
parte de lo que he dedicado al ajedrez. Pronto me di cuenta de dos
cosas: de que la literatura y el ajedrez son imposibles. Cuando digo literatura
me refiero a la literatura real y auténtica, que lo mismo es que
dijera poesía. La poesía es imposible para el hombre, está más allá de
su capacidad. Pablo Neruda, el trato con él, el trato con otros poetas,
siempre me dieron esa medida: de que no podían con la poesía y que
los poetas, (sonríe) que tratan de controlar la poesía o el poema, simplemente
están perdidos.
Entonces agarré de pronto la idea de que el ajedrez es el
único juego que vale la pena jugar porque nos sobrepasa,
como las piezas de Shakespeare, las novelas de Dostoievski
o los más grandes poetas de la humanidad que han hecho
algo que se acerca a lo imposible, pero todos se quedan en
el umbral. Me di cuenta de que el ajedrez es imposible para el hombre,
está mas allá de su alcance. Las posibilidades de movimientos que
se pueden hacer son verdaderas monstruosidades. Eso da la idea de lo que
muestran ahorita las computadoras. Que ya una de ellas haya podido ganar
a Kasparov (se refiere a una partida que la computadora Deep Blue, ganó
al campeón del mundo en el primer match que sostuvieron en 1996), no
quiere decir más que una cosa. Kasparov, además de que es un empresario
y fabricante de aparatos, ha formado parte de equipos de programación.
Entonces volvemos a lo mismo. La máquina le da a Ud. todo lo
que Ud. le ha puesto. El hombre descarta cantidades inmensas de posibilidades,
pero pierde tiempo, lo que se debe en realidad a que está tratando
de calcular todas las posibilidades. En cambio la máquina hace eso
en un segundo, millones de jugadas calcula por segundo. Kasparov, como
ser humano, comete una falla, a pesar de ser un jugador notabilísimo.
¿Favorece al hombre el factor intuición?
¡Aquí dijo usted la palabra!, deme su mano. Yo sigo jugando
todavía al ajedrez todos los días. Como ve, aquí está
la mesa de ajedrez. En realidad el que me ha importado
siempre más es el hombre de intuición, el hombre de la
imaginación, el hombre que de pronto ve la posición y sintetiza
y halla la jugada clave, la que deshace toda la estructura del adversario.
Y de pronto se produce en esas partidas tan complejas una idea
de tablas, y la idea de tablas ha sido generadora en mí
de toda una serie de pensamientos. La única finalidad de
una partida de ajedrez es hacer tablas. Que los dos
jueguen tan bien que la partida tenga que ser irremediablemente
tablas.
¿La partida perfecta?
La partida perfecta. De ahí saqué algo que le quería decir.
Un apotegma,digamos una sentencia: Si no quieres perder, nunca trates de ganar;
si quieres ganar, resígnate a perder. Y Tigran Petrosian
es el gran ejemplo. Un hombre que logró, sólo él y
Capablanca lo han hecho, jugar seis años en torneos sin
perder una sola partida.
¿Eso tiene relación con la idea del Tao y la filosofía
oriental?
Hay algo de eso, sí. De que lo que importa es llegar a una
armonía y la armonía perfecta es el jaque perpetuo o
aquel punto de la partida en que ya no se puede hacer nada
por parte de ninguno de los dos, en que ninguno puede
agredir al otro. Es el momento de la perfección y por eso hizo
usted bien en citar a la filosofía oriental. Tao es el camino, el camino
empieza y acaba en ti mismo.
Tu tienes que jugar para llegar finalmente a tablas.
Teológicamente también. En el mundo cristiano católico
nuestra vida debe ser tablas. Debamos hacer tablas con Dios, debemos
hacer tablas con el prójimo, debemos hacer tablas al final de nuestra
vida.
¿Y qué les ocurre a quienes tratan de ganar?
¡Ja, ja!, pues les ocurren tantas cosas, es muy curioso.
Podrán ganar mucho si se trata de dinero o poder o de
esto o aquello, pero no ganan nada a propósito de ellos
mismos, salvo el caso de los grandes artistas que sí
pueden morir con la idea de que, "cuando menos me di cuenta de por
dónde andaba la bolita". Y darse cuenta por dónde anda el cuento es importante.
Pero los CUENTISTAS y los NOVELISTAS. Ahora tenemos por todas
partes a los que manejan su novela, que la desarrollan, que la principian,
que todo y la concluyen tal como la planearon. Pues no sirven
absolutamente para nada. En cambio Dostoievsky no sabía a dónde iba
a parar. Creía que los personajes eran así y de pronto estos decidían
comportarse de una manera distinta al criterio de su autor.
Como el ajedrez que le va dictando a uno leyes que brotan de
la realidad de la partida y no se puede llevar a cabo un
plan y hay muchas que terminan por superar al ajedrecista.
Hay partidas en que es casi imposible determinar qué
jugada crea el desnivel.
¿Hasta dónde está presente el elemento inspiración?
La palabra es indispensable. Los grandes jugadores son
personas capaces de inspiración, de caer en el trance de
la inspiración. Ven de pronto una serie de posibilidades
embargados de ese trance de inspiración que es por
completo semejante a la creación artística. Por eso se dice que hay
partidas que son tan perfectas como cuartetos de Beethoven, como tríos,
como dúos, que es la maravilla de cabalgar una jugada tras otra. Pero
el que está dominado por esa fuerza superior como es la inspiración...,
es que es increíble, se da en el arte, y se da en el ajedrez
de manera casi comprensible, porque como en el ajedrez podemos analizar
la partida a posteriori; en cambio en un poema se necesita ser un
crítico excepcional para poder analizar un poema, pero en una partida a
veces se ve el momento en que se va entrando a una posición ganadora. Y
aquí viene lo que a mi me gusta recordar, lo que se llama la nutrición de
las pequeñas ventajas. Una pequeña ventaja de espacio, de posición, un
tiempo; lo difícil que es entender lo que es un tiempo en ajedrez. Hay
veces en que se pueden perder tiempos, hay que perderlos, y hay veces
en que la ganancia de un tiempo es capital. También eso ocurre en la
obra de arte, en el poema. En cuanto el poeta, sin darse cuenta, supremamente
advierte que el poema va por allí y que va a desembocar así y
que las palabras tienen que ordenarse, las frases, las estrofas, como en
la partida que tiende al equilibrio y a la armonía. Todo se va ordenando
en la partida magistral.
¿Usted qué siente cuando gana una partida?
Bueno, hay algo muy curioso. Yo juego ajedrez y a veces abuso
porque en vez de una o dos partidas como debe de ser,
juego seis o siete y cuando era menos viejo jugaba más.
Lo primero que le puedo decir es que no me siento cansado
aunque haya jugado mucho, pero si pierdo, soy un hombre aniquilado,
agotado. Entonces la sensación de ganar en ajedrez es una de las
mejores afirmaciones de la personalidad.
¿Algo parecido a la auforia?
Sí, porque se siente la felicidad de prevalecer. Incluso,
aunque sea feo el término, el sentimiento de
superioridad; nefasto porque parece un pensamiento
nietzcheano o nazi; de prevalecer, de triunfar en la vida, triunfar
en la partida. Pero es irremediable y ahí se ve que el hombre quiere
ser esa criatura que desea ganar, que quiere verificar su persona a
costa de la persona ajena.
¿Y cuando pierde?
Cuando pierdo siento que el mundo deja de ser estable. Estas habitaciones
que usted ve sólidas, haga de cuentas que pierden su solidez
y se bambolean o por lo menos pierden la horizontal y se salen de
cuadro. Hay un desconcierto y ese desconcierto se origina en que el eje
de la personalidad ha sido conmovido, ha sido alterado.
Por eso hay tantas personas que al preguntarles, ¿juega usted
ajedrez? dicen: "No, yo no juego, para eso se
necesita mucha inteligencia, además no tengo
tiempo". Y lo que ocurre..., y México es un país predilecto para
no jugadores de ajedrez, es que aquí preferimos jugar volados, cartas,
poker, lotería, todo lo que sea juegos de azar, pero no juegos de
responsabilidad personal como el ajedrez. Porque, fuera de que a usted
le toquen blancas o negras, no hay posibilidad de azar en ajedrez, porque
no es azar que el adversario cometa un error, como no es azar tampoco
que lo cometa yo mismo. Entonces todo depende del acierto o del error,
y aciertos y errores son obras nuestras. Ahí está el compromiso de
SER en la partida de ajedrez.
El 27 de octubre de 1967, El Colegio Nacional de México, lo
otorgó el Premio Internacional Alfonso Reyes, como
reconocimiento a su valioso aporte a la cultura universal.
Entonces, como él prefiere: "Tablas.
|