El rey que, en el final de partida, abandona la ruina de su enroque y se dirige al centro, la frente en alto, el alma por los suelos, en medio de peones aislados, doblados, heridos de muerte, y entre numerosos cadáveres arrojados fuera del campo, recuerda tanto a Napoleón en la batalla de Waterloo. A la Isla de Santa Helena enviaron a Napoleón un plan de escape oculto en los compartimentos de un tablero de ajedrez . Napoleón no pudo escapar de la isla ni del ajedrez ; al morir, su corazón fue atesorado en un tablero de ajedrez (que se conserva en Asheville, Carolina del Norte) .
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